Aspirantes taimados a la dignidad de monstruos


Uno de los rasgos más perceptibles de las sociedades democráticas contemporáneas estriba, precisamente, en la misteriosa e inquietante “docilidad” de las poblaciones, una ‘ausencia de resistencia’ estulta y casi suicida, una conformidad con lo dado que nos convierte, como anotó E.M. Cioran, en “aspirantes taimados a la dignidad de monstruos”, cómplices y partícipes del horror del Planeta, consentidores y beneficiarios de toda la desigualdad y de toda la violencia que nuestro sistema siembra a diario sobre la Tierra, responsables morales de cuantos Auschwitzs cosechemos a la vuelta de los años.

Toda “docilidad” es potencialmente homicida...
Aquellos jóvenes que, en un movimiento incauto de su ‘obediencia’, se dejaron “reclutar” y no se negaron a realizar el Servicio Militar, cuando la ‘objeción’ estaba a su alcance, sabían, ya que no cabe presuponerles un idiotismo absoluto, que, al dar ese paso, al erigirse en “soldados”, en razón de su ‘docilidad’, podían verse en situación de disparar a matar (en cualquier ‘misión de paz’, por ejemplo), podían matar de hecho, convertirse en asesinos, qué importa si con la aprobación y el aplauso de un Estado. La “docilidad” mata con la conciencia tranquila y el beneplácito de las Instituciones. Goldhagen lo ha atestiguado para el caso del genocidio... En general, puede concluirse, parafraseando a Ciorán, que la ‘docilidad’ hace de los hombres unos “aspirantes taimados a la dignidad de monstruos”.
Pedro García Olivo

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